Cuando llega el verano y el calor aprieta, nada mejor que cambiar una humeante taza de café caliente por otra mucho más refrescante.
Más allá del socorrido y habitual café con hielo o de los granizados, los frappés o los cafés con helado, la creciente moda en torno al café que arrasa, sobre todo, en Estados Unidos, Australia y Asia, apuesta por el ‘cold brew’. El término inglés denomina una manera de infusionarlo en frío y con filtro, gota a gota, durante horas, que da como resultado un café menos amargo que el obtenido en caliente.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que, pese a algunos mitos extendidos, el café a baja temperatura, incluso helado, no ve mermadas sus propiedades organolépticas. De hecho, puede resultar una oportunidad de descubrir nuevas experiencias en la dosis diaria de cafeína. Eso sí, se deben mantener siempre las proporciones de agua y de café.
Paciencia, un café (preferiblemente que sea Arábica) y un agua de calidad, son las claves para obtener un buen filtrado, que admite perfectamente ser guardado en la nevera. El proceso es sencillo. El agua va filtrando el café en una jarrita, por un espacio que va entre las 12 y las 24 horas, aunque nuestro Q-Grader, Roberto Chueca tiene calculado que el tiempo justo para obtener el mejor ‘cold brew’ son 18 horas.
El ‘cold brew’, cuyo sabor es más suave, abre puertas a los que no se atreven con los cafés solos, es además una opción ideal para combinar. Va con todo: desde con leche, hasta con diversos alcoholes. De hecho, los decantados ‘cold brew’ funcionan a las mil maravillas en la coctelería: gin tonics, mojitos y hasta negronis e, incluso, desde Cafés El Criollo apostamos por tomarlo como aperitivo, con tónica y un ‘twist’ de lima.
¿Quieres probar a hacerlo en casa? Nuestro barista Víctor Bolea te muestra cómo hacerlo.
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